La colaboración de hoy llega desde Pamplona de la mano de Eneko Astigarraga. Es un artículo que se publicó inicialmente en su blog, una web que descubrí gracias a Gianni (que, como recordaréis ya colaboró en dos posts anteriores: enlace 1 y enlace 2), mi compañero de despacho en Transyt y que agregué en mi Feedly para leerla siempre.
En su blog, Eneko utiliza un término que a mí personalmente me encanta: Avestrucismo. La actitud no de quien no ve, sino de quien ni siquiera quiere ver cosas tan evidentes como que necesitamos replantear el modelo de ciudad que se ha desarrollado en los últimos años o que la libertad individual a la hora de elegir utilizar el coche tiene una serie de externalidades negativas que tenemos que tener en cuenta porque comprometemos la calidad de vida del resto de la sociedad. Y este post, que ya me gustaría haberlo escrito yo, me parece el máximo exponente del avestrucismo que nos puede llevar a un punto de no retorno.
Espero que os guste, al menos, tanto como me gustó a mí cuando lo leí.
Algunos habíamos vaticinado que esto de la recesión podía haber servido para replantear los postulados sobre los que se sostiene un sistema que ha demostrado no ser sostenible y proponer nuevos retos, pero parece que mucha gente sigue creyendo que esto sólo va a consistir en aguantar la tormenta y volver a empezar.
Está claro que esto de la crisis no va a servir para cuestionar los principios de lo que ha acabado tan mal y no tiene visos de cambiar. Nadie se atreve a plantear en serio otros supuestos distintos a los que nos han traído hasta aquí, porque nadie se atreve a dejar a tanta gente fuera de juego. Así, seguimos haciendo cosas bonitas para la galería y cosas feas en galeras, donde se cuece lo que luego tenemos que comernos y, por lo visto, seguimos dispuestos a tragar mucha más porquería que la que estamos dispuestos a reconocer, colaborando de esta manera en su perpetuación.
La movilidad es una de esas cuestiones incuestionables que nos está llevando a un punto sin retorno y que, de puro reincidente, se nos va a hacer tan obvio como imposible de ver. Si seguimos fomentando la movilidad motorizada, seguiremos sufriendo sus consecuencias hasta una situación desde la que retornar cada vez se va a hacer más complicado a pesar de que sea cada vez más urgente hacerlo. De nada servirán medidas marginales de potenciación de la bicicleta o de las zonas peatonales si se sigue manteniendo la mayor.
Lo de los coches y el transporte «barato» no tiene solución, por más que nos empeñemos en sostenerlo. No la tiene aunque los paises desarrollados sigan firmando aplazamientos en el cumplimiento de las emisiones que están ahogando el planeta. No tiene solución pese a que mucha gente haya sido conminada a depender de ellos al aceptar la deslocalización de la vivienda, del trabajo, de las actividades comerciales y del ocio y estar obligados a comprar «barato» producto globalizado, intensivo en transporte.
Parece que no podamos reconocerlo o que no queramos hacerlo porque hemos sido nosotros mismos los que lo hemos fomentado, más o menos alegremente, más o menos inconscientemente, pero esto no puede ser.
Podremos aducir cualquier argumento dilatorio, podremos augurar promesas de recuperación, podremos vender soluciones tecnológicas pero a esto no le vamos a dar la vuelta hasta que no seamos capaces de reinventar nuestro mundo inmediato en términos de proximidad.
El problema hasta entonces será que estaremos renunciando a unos lugares para vivir más humanos, más interesantes, más sociales, más divertidos, más seguros y más baratos. Y seguiremos pagando el precio de todo ello no sólo en contaminación, ruido y espacio, sino en subsidiarización del gasto en infraestructuras (autopistas, aparcamientos con sus mantenimientos) o en costes sanitarios (salud, accidentes). Pero somos así, nos gusta lacerarnos con nuestras propias miserias.
Tras leer este post y rememorando una conversación con mi amigo Javier (al que ya nombre en la BIO) sobre la Escala de Kardashov, me di cuenta de que estaremos «cerca» de llegar a ser una civilización de Tipo I, pero estamos llegando a ese estadio al revés, porque estamos condicionando nuestro planeta de forma completamente inconsciente. Y es por culpa del avestrucismo.