Este artículo es la primera parte de la colaboración de Javier de las Heras, compañero mío en Transyt. No es por hacerle la pelota, pero me parece que, tanto esta primera parte como la segunda, tienen una calidad espectacular y encima ha seleccionado un tema interesantísimo. Espero que disfrutéis de su lectura tanto como yo.
De Brasilia, la actual capital de Brasil, se han escrito millones de páginas. Probablemente todos hayáis visto imágenes de los edificios de Oscar Niemeyer, mapas del Plano Piloto con forma de cruz (y no de avión como muchos sostienen) o el espectacular estadio construido con motivo del Mundial de fútbol del pasado verano. Sin embargo, Brasilia es una realidad gracias a personas como Lucio Costa, Juscelino Kubitschek, Luiz Cruls y los miles de candangos que la construyeron. Esta primera parte del artículo quiere hacer ver cómo fue la creación de una capital.
El cambio de la capital federal de Brasil desde la costa – Salvador de Bahía y Río de Janeiro – hacia el interior del país viene de lejos. En 1780, cuando Brasil era un territorio dependiente de Portugal, los Inconfidentes Mineiros, grupo de intelectuales y nacionalistas que reivindicaban la independencia de Brasil, ya planteaban situar la capitalidad en una ciudad del interior. Más adelante, ya en el siglo XIX diferentes activistas y periodistas hicieron campaña a favor de establecer la capital en un punto del interior del país, próximo al nacimiento de los grandes ríos. Con ello, se pretendía, entre muchas otras cosas desplazar el centro de poder hacia las ricas provincias mineras del interior, así como avanzar la colonización del interior del país. El nombre de Brasilia fue propuesto en 1823, más de un siglo antes de su construcción por el influyente político paulista José Bonifácio de Andrade.
Con la proclamación de la República en 1885 el proyecto ganó fuerza, llegando a ser recogido por la nueva constitución. Sin embargo, el primer paso serio para que Brasilia dejase de ser una idea fue dado por el geógrafo y astrónomo belga Luiz Cruls en 1892 a petición del Gobierno. De este modo, Cruls creó un equipo multidisciplinar de 21 miembros, entre los que se incluían geógrafos, ingenieros, médicos y botánicos. En este equipo se observa la importancia que se le dio al planeamiento de la nueva ciudad. Tras recorrer más de 4.000 kilómetros, descubrir y cartografiar nuevas zonas nunca antes exploradas, Cruls demarcó un área de 14.400 km2 donde, 70 años después, el presidente Juscelino Kubitschek construiría la nueva capital. Uno de los aspectos que llamó la atención más a Cruls fue la abundancia de ríos, que asegurarían el suministro a la ciudad. Asímismo, analizó el modo de vida de las poblaciones de la zona, las características del terreno y las enfermedades más importantes.
A pesar de que en años sucesivos se realizaron numerosos trabajos de planificación, ninguno superó en importancia al de Cruls. El siguiente gran paso se produjo bajo la presidencia de Juscelino Kubitschek, que ganó las elecciones de 1955 con el programa 50 años de progreso en 5 años de gobierno. En su período presidencial, Kubitschek lanzó el Plan Nacional de Desarrollo, también conocido como Plan de Metas, que contenía 31 proyectos divididos en cinco grandes grupos: energía, transporte, alimentación, desarrollo industrial y educación. Este plan tendría su gran referente en la nueva capital del Estado que representara al nuevo Brasil, es decir, Brasilia.

De esta forma, aunque la idea de construir una nueva capital en el centro geográfico del país ya estaba recogida en las Constituciones de 1891, 1934 y 1946, no fue hasta 1956 cuando la construcción empezó a tomar forma. Aquí entra en juego otro de los nombres claves de Brasilia: Lucio Costa.
El impulso definitivo para la construcción de Brasilia
Tras la convocatoria del concurso internacional, Costa envió una propuesta de proyecto basado en los conceptos modernistas de la ciudad: el automóvil como centro de la jerarquía viaria, separación funcional entre las zonas de residencia, trabajo y ocio, barrios con espacios verdes y edificios aislados, grandes avenidas, etc. A pesar de no cumplir todas las condiciones del concurso, Costa lo ganó por una aplastante mayoría, con su famoso Plano Piloto. Para dar forma a los edificios de la ciudad, Costa contó con el trabajo de su amigo Oscar Niemeyer y del paisajista Roberto Burle Marx. El hecho de contar con un paisajista como uno de los principales responsables del proyecto, y de que la disciplina del paisajismo tuviera tanto peso, fue una de las grandes novedades del urbanismo que se hizo en Brasilia.

Gracias al trabajo de más 30.000 candangos (campesinos y obreros que se desplazaron a Brasilia como mano de obra para la construcción de la ciudad), Brasilia fue totalmente finalizada en 41 meses, siendo declarada capital en 1960.
Como se puede observar hoy en día, Brasilia es una ciudad de su tiempo, los años 50 y 60 del siglo XX, gracias a los edificios futuristas de Niemeyer, la importancia del paisaje en la ciudad o la influencia de Le Corbusier. Sin embargo, la capital de Brasil inició su planificación décadas atrás con el fin de asentar población y poder en el interior del país y que esto permitiese la colonización de la zona amazónica. Asimismo, otros factores como la existencia de agua para asegurar el abastecimiento de la población o el estudio de las enfermedades fueron decisivos en la elección del planalto como lugar en el que se asentaría la capital de Brasil.