Archivo de la etiqueta: Reflexiones

Soy Ingeniero de Caminos y no construyo

La semana pasada me recomendaron un artículo de mis amigos de Paisaje Transversal para el blog de la Fundación Arquia titulado “Soy arquitecto y no construyo”. Sin ánimo de copiarlo sino más bien de tomarlo como referente, se me ha ocurrido contar mi experiencia porque yo, al fin y al cabo, soy Ingeniero de Caminos y tampoco construyo. Pero es que, además, considero que el futuro de la Ingeniería de Caminos no pasa por la construcción.

¿Qué he hecho entonces los más de 8 años que llevo trabajando en temas vinculados con la Ingeniería de Caminos si no he trabajado en construcción? (contando becas, que no soy tan viejo xD)

Nada mejor que hacer un repaso a los lugares en los que he trabajado:

Un laboratorio de puertos

Ahí hice un poco de todo, hasta cargar piedras para hacer una playa de disipación en un tanque de oleaje multidireccional. A nivel técnico, participé en un ensayo sobre modelo reducido (que también fabricamos, programando el fresado numérico) para decidir un diseño de obra en la Base Naval de Rota.

Dos empresas consultoras por cuenta ajena

Cuando estaba para acabar la carrera, trabajé en una consultora que poco a poco se está haciendo enorme. Cuando estuve por allí, allá por 2011, no era muy grande. O, al menos, no lo parecía, puesto que bastantes trabajadores de la empresa trabajaban “en cliente”. Allí me tuvieron haciendo temas de software y algunas presentaciones comerciales que me sirvieron para coger la soltura que tengo ahora con PowerPoint, algo que me viene genial. También me sirvió para tener un horario “de oficinista” por primera vez en mi vida y adaptarme a él.

Una vez terminada la carrera y empezado el máster, empecé a trabajar en una consultora de infraestructuras. Allí me dedicaba a hacer ofertas y trabajos de seguridad vial dentro de un contrato integral que también tenía labores de redacción de estudios de tráfico (supresiones de determinados giros, remodelaciones de intersecciones y glorietas, cambios de sección, ordenaciones de accesos, etc).

De esta etapa debo decir que odiaba profundamente hacer ofertas, pero me vino de lujo porque ahora que trabajo por cuenta propia, tengo bastante manejo con los pliegos y voy a tiro hecho con lo que hace falta preparar en cada caso. Aún las odio, que conste. La diferencia es que ahora, al menos, elijo con mis socios cuáles preparamos y decidimos sobre los plazos y la estrategia para prepararlas. Pero, vamos, mi trauma con las ofertas era tal que en aquel momento hablé con mis jefes para decirles que me quería ir porque no quería redactar ninguna más. Aunque parezca un tabú y casi nadie se atreva a decir este tipo de cosas en público, hay partes del trabajo de Ingeniero de Caminos que son un auténtico asco y, para mí, ¡lo de las ofertas estaba en el top 3 como poco!

A partir de ese punto, hice bastante menos ofertas y mis jefes optaron por abrir un “departamento de servicios” para temas relacionados con el transporte. Empecé yo sólo y cuando, unos meses después, me fui de allí éramos tres. En ese periodo seguí haciendo estudios de tráfico y también comencé a hacer estudios de movilidad (por ejemplo, hice mi primer y, por ahora, último plan de movilidad escolar o una encuesta para rediseñar desde el punto de vista de la movilidad peatonal el paso de la Avenida de la Albufera entre las márgenes de la M-40). También hice un trabajo chulísimo que consistía en un análisis estadístico para calibrar los equipos con los que se hacían los ensayos de auscultación necesarios para determinar los valores de indicadores de estado del contrato de concesión de obras públicas para la conservación y explotación de Autovías de Primera Generación, ayudé a redactar un par de dictámenes, coordiné la participación de la empresa en el Comité Técnico de Normalización AEN/CTN 178 de Ciudades Inteligentes y trabajé en el diseño y testeo de un sistema informático de gestión documental que aplicamos a la gestión de expedientes de varios sectores de conservación de carreteras y a la integración de los Servicios de Transporte Regular de Uso Especial para el Ayuntamiento de Madrid.

Por motivos que no viene al caso comentar (otro tabú para los Ingenieros de Caminos parece ser el de hablar de que a veces decides cambiarte de trabajo por motivos diferentes), me marché.

Un centro de investigación de transporte

Mi siguiente lugar de trabajo es el que, hasta la fecha, más me ha gustado trabajando por cuenta ajena. Pero de lejos, además. Entre otras cosas, valoro de él haber coincidido con muy buenos compañeros, el ambiente de trabajo, que mi jefe me dejara tomar decisiones y trabajar de forma autónoma confiando en mí, que el horario me permitía avanzar con la tesis y el haber tenido la oportunidad de aprender mucho de mis compañeros y de todas las actividades formativas a las que podía acceder estando allí.

Mi trabajo principal fue un análisis estadístico del riesgo asociado a los costes de operación y mantenimiento de autopistas en concesión. A diferencia del anterior trabajo de estadística que realicé, aquí conté con más tiempo para pensar y medios para aprender todo lo que no sabía y necesitaba para hacer ese trabajo. Parece una tontería, pero que el trabajo especializado cuente con estos dos insumos mejora mucho el resultado.

También trabajé en la redacción del libro «Balance económico: fiscal, social y medioambiental del sector transporte de mercancías en España. Actualización al año 2012”, diseñé una metodología para definir el modelo de gestión y llevar a cabo el modelo financiero de la autopista Este-Oeste en Argelia y redacté un par de propuestas.

Una empresa por cuenta propia

Al salir de trabajar en la universidad y, mientras acababa la tesis, di un paso que me ha llevado a recuperar mis medios de producción si hablamos en términos marxistas o a ser emprendedor si lo hacemos en términos neoliberales: montar Hécate Ingeniería junto a otros compañeros. En esta empresa, hacemos planificación de transportes, desarrollamos planes y proyectos de movilidad que integran también el replanteamiento del espacio público y buscamos formas de innovar en los campos del transporte y del urbanismo (de hecho, la empresa lleva la innovación en el ADN, pues surgió de una subvención a fondo perdido derivada del H2020, el mayor programa de investigación e innovación en la Unión Europea. Más concretamente, de la aceleradora de empresas frontierCities).

Y, desde hace unos meses, estoy pensando en diversificar el negocio porque además hago mi propio queso xD

También he sido y soy profesor

Otra tarea en la que no he construido infraestructuras pero espero haber colaborado en la construcción del futuro de todos mis alumnos, ha sido como profesor. Empecé, como muchos, dando clases particulares, de ahí di el salto a una academia en la que sobre todo preparaba a los chavales para hacer la (temida) Selectividad y, de un tiempo a esta parte, doy clase en una universidad, donde enseño modelos matemáticos y planificación y gestión de transporte.

Reflexiones finales

Como se puede observar, algo de relación con la construcción sí que ha tenido todo lo que he hecho, pero no ha sido ni mucho menos mi labor principal. De hecho, he hecho muchísima más planificación y gestión de las infraestructuras.

Sin embargo, durante la carrera me enseñaron poca planificación y nunca me enseñaron nada de gestión y mantenimiento. Incluso hacer un PFC de planificación me costó horrores y me supuso hacer 2 proyectos en 1 (dos entregas de planificación y una tercera de construcción).

Eso sí, me pasé toda la carrera escuchando lo buenos gestores que somos los Ingenieros de Caminos. Debo decir que es mentira, no somos buenos gestores. Sólo el profesor Pascual Pery nos habló de la proletarización de nuestra profesión y de que lo que lleva a la mayoría de Ingenieros de Caminos a rechazar un trabajo que no tenga que ver con la construcción es el ego de poder enseñar su trabajo (el trabajo no construido no se puede enseñar y suele ser difícil de explicar al público que no está especializado).

A cambio, en lo que sí que considero que somos realmente buenos los Ingenieros de Caminos es en ser autodidactas. Por eso, los que nos empeñamos en no construir, terminamos aprendiendo a realizar las labores que pretendemos realizar. Pero eso no quiere decir que no hubiera una carencia formativa importante que, además, en mi universidad no se está resolviendo demasiado. Salíamos (e imagino por lo que veo en los estudios de mi hermano, que sigue igual) con poca base económica, sin saber lo que es redactar una oferta, sin saber calcular una baja para puntuar al máximo en un proceso de licitación, con unas “soft skills” pésimas, sin formación para el emprendimiento,… Y tampoco quiere decir que no nos dejara en desventaja frente a otros colectivos profesionales a los que sí les han enseñado estas cuestiones.

Así pues, espero que se esté resolviendo en la universidad en la que me formé y trato de aportar mi granito de arena para formar a mis alumnos en otros ámbitos, porque en un país donde el futuro de la Ingeniería de Caminos no pasa por la construcción sino por la planificación, la gestión, el mantenimiento, la rehabilitación y la innovación, ya podemos ponernos las pilas o nos van a pasar por encima…

¿Teletrabajo? No, gracias

Dicen que lo prometido es deuda y que mejor tarde que nunca. Por eso, estoy escribiendo, aunque tarde, un post que quería haber escrito hace tiempo. Pero bueno, a cambio puedo dar mi perspectiva posterior al cambio, así que no hay mal que por bien no venga.

Seguro que a los que me seguís hace tiempo por aquí, a los que os he dado clase y a los que me habéis escuchado en alguna charla o debate ya os suena esta imagen:

Teletrabajo

Este gráfico viene a decir que las “policies” más eficaces para hacer más sostenible la movilidad pasan por actuar sobre la necesidad de viajar y las distancias a recorrer para realizar las actividades finalistas (recordemos que el transporte es una actividad intermedia que, salvo en algunas excepciones, como el Transiberiano que me muero de ganas por hacer, es una actividad que realizamos con el objetivo de realizar otras actividades, ésas sí finalistas). En función de esas distancias y de otra serie de variables decisoras se producirá un determinado reparto modal. Actuando sobre “el tablero” (el urbanismo) o sobre “las reglas del juego” (las variables decisoras), podemos reequilibrar el reparto modal para premiar a los modos más sostenibles o, en ocasiones, para desincentivar el uso de los modos con mayores costes externos. Por último, para aquellos viajes que no se hayan podido evitar o de los cuales no se haya podido reducir su distancia y deban realizarse en vehículos motorizados, la mejora de la sostenibilidad del sistema de transporte pasa por la mejora de la eficiencia de los vehículos.

Nada nuevo bajo el sol… Sólo más ordenado. Pero me interesa este esquema para centrarme en una de las medidas que actúan sobre la necesidad de viajar y que, por tanto, se entienden como parte de la raíz del dilema de la movilidad para ser o no sostenible: el teletrabajo.

Tampoco quiero hacer una valoración demasiado sesuda sino más bien discutir algunos mitos y mostrar cómo me sentía cuando sólo teletrabajaba y cómo ha cambiado ahora que en Hécate Ingeniería tenemos oficina.

Entre las ventajas del teletrabajo suelen incluirse: 1) la posibilidad de combinar el trabajo profesional con las tareas domésticas y la vida familiar; 2) una mayor autonomía y flexibilidad, así como un aumento de la productividad del trabajador; 3) un menor estrés; 4) la realización de menos desplazamientos; 5) la elección personal del entorno de trabajo; 6) una mayor disponibilidad de tiempo libre; etc.

Sin embargo, discutiría la mayoría, pues teletrabajar (al menos, si lo haces todos los días de la semana, como ha sido mi caso durante más de un año y medio) reduce la distancia entre el trabajo y la vida familiar o el ocio hasta un punto que antes de teletrabajar ni me había planteado (yo procuraba, al menos, cambiar de espacio y tener en casa un lugar dedicado exclusivamente a trabajar. Pero el tema de mantener un horario razonable era imposible. Más bien por exceso que por defecto de horas trabajadas…); me sentía bastante solo laboral y personalmente hablando; coordinar las tareas de trabajo era complicado y lento (en un minuto hablando cara a cara resuelves los temas mucho más rápido que por cualquier otro medio, no nos engañemos); sobre el estrés podría decirse que he tenido más en ese tiempo que en el resto de mi vida junta y tiempo libre tirando a poco así que me río de la principal ventaja que se asocia con el teletrabajo (quizá es culpa mía por querer abarcar demasiado, pero creo que el teletrabajo ayuda a ese planteamiento de querer abarcar más porque “como te ahorras tiempo de desplazamiento…”); y así sucesivamente.

Además, en los últimos meses, he estado trabajando como profesor en la Universidad Europea (cuyo campus está en Villaviciosa de Odón). Tras unas semanas (pocas aún) combinando los dos nuevos emplazamientos, debo decir que hago más desplazamientos, eso es innegable, pero no ha subido mucho mi tiempo de viaje a lo largo del día. Esto se debe básicamente a que algunas de las tareas que antes me exigían desplazarme en medios de transporte motorizados, ahora las tengo a una distancia caminable. Eso sí, ahora madrugo una chispa más (y aun así empiezo a trabajar más tarde) y, por otro lado, pensaba que con la nueva situación iba a leer más (hubo un tiempo en que me leía más de 40 libros al año y pretendía retomar la afición) pero no ha sido así para nada. También imagino que es porque tengo poco tiempo en metro entre mi casa y la oficina y para ir a la universidad no leo porque en el bus me mareo…

Donde sí he notado una mejora evidente es en las ganas que le pongo a llegar al trabajo, en la productividad de cada día, en la facilidad para sacar los proyectos comunes adelante al podernos coordinar de forma mucho más rápida (ahora tenemos el reto de coordinarnos con las otras empresas que compartimos oficina, pero de las herramientas de gestión de proyectos que estamos valorando utilizar ya hablaré si en algún momento procede). Además, parece una tontería, pero ser partícipe de las diferentes etapas que hay en el montaje conjunto de una oficina genera una sensación de satisfacción al ver lo que se está montando (gracias a los que más os lo habéis currado para tener una oficina tan chula como la que tenemos) y de pertenencia al colectivo que hasta ahora no había sentido desde el punto de vista laboral. Aunque creo que también tiene que ver con compartir este nuevo espacio con unas personas con las que la afinidad es más que palpable. Tonterías como la nota de prensa de la celebración de los cumpleaños de dos miembros del equipo o la dinamización jocosa de un proceso participativo para decidir cómo codiseñamos nuestro patio dan buena fe de ello.

Teletrabajo

De momento, debo decir que no echo de menos trabajar en casa. Y habrá quien me diga “pero es que teletrabajar de vez en cuando está bien”. Pues sí, pero ni por ésas lo echo de menos, aunque es obvio que trabajar en una oficina tiene algunas contrapartidas… al trabajar por cuenta propia, hemos pasado a tener algunos costes fijos y esto se traduce en que tenemos una mayor necesidad de conseguir proyectos (y es algo que me estresa un poco); tengo que volverme a acostumbrar a trabajar con ruido y distracciones (aunque he elegido una mesa algo alejada del paso entre despachos y pronto tendremos una sala individual para los ratos en que haga falta concentrarse); tengo unos horarios más fijos (esto es bueno y malo porque es menos flexible pero también acabo mi jornada laboral a una hora más razonable y estoy más descansado); y, por último y aunque parezca una tontería enorme, me supone cierto estrés pensar qué ropa me tengo que poner al día siguiente dependiendo de si tengo alguna reunión, clase o cosas del estilo (hasta hace poco trabajaba en pijama, con sus cosas buenas y sus cosas malas y, si tenía que salir de casa solía tener una única actividad a la que acudir). Ya sólo me faltará prepararme cada día el tupper para el día después para ser un oficinista de pro.

Para terminar y por darle parcialmente la razón a mi amigo Yann (que yo creo que aspirará en el futuro al Nobel de economía. Y no es exageración, lo opino de veras), debo decir que creo que esta nueva aventura compartida en la oficina (somos tres empresas de ramas diferentes pero complementarias e, incluso, tangentes en algunos proyectos) puede suponer una oportunidad inigualable de aprendizaje colectivo. De conocimiento, sí, pero también de los aspectos intangibles, de lo cotidiano. Os dejo, por si queréis ver evidencias al respecto de la necesidad de interactuar cara a cara para mejorar el trabajo, un paper que me recomendó Yann y que fue el que suscitó el inicio de nuestro debate sobre lo humano y lo divino en torno al teletrabajo: The Death of Cities? The Death of Distance? Evidence from the Geography of Commercial Internet Usage.