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Volver a la lectura gracias a Dani Cabezas y Pedro Bravo

Hay algo que me frustra bastante más que no tener tiempo para escribir habitualmente por aquí: no tener tiempo para leer. En parte, tiene que ver con que antes tenía itinerarios más o menos largos en metro para ir a trabajar y eso me permitía echar el rato leyendo. De hecho, llegué a leerme 50 libros durante un año. Ahora, si leo 12 ya me puedo dar con un canto en los dientes y nunca suelen ser seguidos.

Pero en las últimas semanas he podido corregirlo. Quizá también por el hecho de haber cogido dos libros capaces de captar mi atención lo suficiente como para ponerme con ellos por las noches, algo que el cansancio suele impedirme. Estos libros son “La revolución silenciosa: la bicicleta como motor de cambio en el siglo XXI” (Dani Cabezas, 2016) y “Exceso de equipaje: Por qué el turismo es un gran invento hasta que deja de serlo” (Pedro Bravo, 2018).

El primero de ellos hace buen honor al título, al desvelar gran parte de los méritos que la movilidad ciclista ha hecho en los últimos años para, esperemos, consagrarse en breve como una alternativa de transporte más en nuestras ciudades. Con derechos y deberes, como el resto de modos. Y con un poder transformador que no tienen todos los modos. Para convencer, nada mejor que salpicar el libro de  datos y declaraciones de expertos vinculados a campos tan diversos como la sanidad, el urbanismo, la prensa, los trabajadores del sector de la bici,… que soportan magistralmente el discurso de Dani Cabezas. Tanto me gustó que el pasado sábado una de las preguntas del examen que les puse a mis alumnos de Planificación y Gestión del Transporte de la UEM fue un comentario acerca de un extracto de este libro. En concreto, del capítulo que se centra en la economía vinculada a la movilidad ciclista.

El segundo me lo autorregalé por mi cumpleaños. Sabía que me gustaría porque me encanta todo lo que leo Pedro Bravo cuando publica en “Desde mi bici” y lleva tiempo compartiendo lo que seguro que era una consecuencia de sus investigaciones, sus notas  preliminares y una pequeña digestión de lo que después ha sido el libro. Efectivamente, me ha encantado. Soy casi completamente lego en el tema del turismo pero, gracias al libro, el año que viene me voy a coger una asignatura de turismo en el master que voy a hacer (¿no os lo he dicho? Me voy a lanzar a hacer un master de geografía. Dinámicas Territoriales y Desarrollo en la UCM, para más señas). A través de un  repaso por lugares que nos son tan familiares como Madrid y Barcelona y por los grandes centros que mueven a millones de viajeros cada año, Pedro Bravo nos sumerge en los efectos que tiene el turismo. Presenta además las dudas que, cada vez más, suscita un modelo que hasta ahora no se había discutido. Menos aún en los lugares donde es la gallina de los huevos de oro… No quiero desvelar más pero, por favor, leedlo y lo comentamos.

En ambos hay algo muy llamativo y es que están escritos de forma que da gusto leerlos. Casualmente, es algo que suele pasarme cuando leo libros escritos por periodistas. Así que, si no os he convencido aún, tened en cuenta para convenceros que están escritos con muchísimo mimo. Tengo que decir como anécdota que encontré una errata en el libro de Pedro Bravo pero no diré cuál ni dónde está, así que tenéis que leerlo para encontrarla y para que Pedro pueda vender los suficientes libros como para sacar una segunda edición en la cual la corrija jajaja.

Y anoche, movido por las ganas de seguir leyendo aprovechando la racha y que estos días tendré un par de vuelos en los que podré leer, empecé un libro que tenía mi novia por casa. Estaba cacharreando a ver qué me leía lo siguiente y pensé en comprarme “El hombre en el castillo” de Philip K. Dick (y, de hecho, probablemente me lo compre). Pero al ver que uno de los libros que había en la estantería, “El mundo de hoy” de Ryszard Kapuściński (también periodista, porque no hay dos sin tres), hacía referencia a Viena, lo empecé. Lo de Viena es por una casualidad: es a donde voy la semana que viene (de ahí lo de los vuelos) para participar en la TRA Conference 2018. Luego vi que lo de Viena era sólo porque nombraba “El mundo de ayer” de Stefan Zweig (otro libro que os recomiendo encarecidamente), pero ya me había llamado la atención y espero seguir sacando tiempo para leerlo.

Cambiando de tercio, esta semana hay dos eventos que os pueden interesar:

– El primero es la presentación en sociedad del poster que vamos a llevar a  la TRA Conference 2018 desde Mares. Tendrá lugar mañana en el Mar de Movilidad:

– El segundo es la presentación del libro de Pedro Bravo en la librería Tipos Infames el jueves:

Recordad: para no perderos nada, podéis uniros al canal de Telegram de urbanismoytransporte.com para recibir contenidos interesantes tanto del blog como de otras cuestiones relacionadas con él: https://telegram.me/urbanismoytransporte

Algunos apuntes sobre el transporte en Bulgaria y Macedonia

Hace unas semanas viajé a Sofía y Plovdiv (en Bulgaria) y a Skopje (Macedonia). Durante este viaje, pude apreciar algunas cuestiones referentes al transporte que me gustaría compartir por si son de utilidad para cualquiera que quiera viajar a estos lugares. De todos modos, aquí muestro sólo algunos apuntes que iba tomando a lo largo del viaje pero si queréis saber algo que no está reflejado, podéis dejar un comentario y trataré de responderos si conozco la respuesta.

El tamaño de cada ciudad

Sofía es una ciudad de un tamaño moderado, con menos de 1,5 millones de habitantes y una densidad media-baja aunque su centro urbano es bastante denso (a pesar de que su viario principal tiene unas dimensiones fuera de escala humana y eso con el frío y el viento que hacía en enero es un problemón). También es de justicia decir que, probablemente, la densidad sea más baja de lo normal porque sus parque son prácticamente bosques urbanos.

En esta foto tomada desde la azotea del “Archivo de la ciudad” (antigua cheka durante la era comunista… y guarda toda su esencia, tanto como edificio como en la alegría del personal…) se puede apreciar el dimensionamiento típico del viario.

Plovdiv es una ciudad realmente pequeña para ser la segunda mayor de Bulgaria. Tiene una población inferior a 340.000 habitantes, pero con una densidad muy superior a la de Sofía. De hecho, en orden de magnitud es parecida a la que tiene Salamanca. Quizá esta densidad, fuera de la escala búlgara actual, se deba a que la historia de esta ciudad se remonta a 6000 años atrás (lo cual, además, la convierte en una de las ciudades europeas que ha estado habitada durante más tiempo. De hecho, Nebet Tepe, la localización del primer poblamiento de la ciudad es visitable y es lugar habitual para los turistas para divisar la ciudad desde la altura).

Nebet Tepe con el centro de Plovdiv de fondo

Skopje es una ciudad de unos 700.000 habitantes con una densidad de población similar a la de Plovdiv. Sin embargo, en este caso, son las periferias las que ayudan a compensar la cifra. Y, es que, en el centro de la parte macedonia (hay otra parte otomana, poblada principalmente por turcos y albaneses, bastante densa aunque de poca altura), la cantidad de espacio público respecto al espacio construido es descomunal.

La foto está hecha en mitad de la plaza y la estatua mide como un edificio de ocho plantas, lo que espero que dé una idea del gran tamaño que tiene.

El transporte público en cada ciudad

Sofía y Skopje, como capitales que son, tienen tupidas redes de transporte. Eso sí, mientras que en Skopje la red se basa exclusivamente en autobuses (muchos de ellos de dos plantas, que recuerdan a los míticos autobuses londinenses), Sofía tiene una diversidad modal de lo más interesante cubriendo más de 250 rutas: buses, trolebuses, tranvías, metro y un sistema que se llama Marshrutka que básicamente consiste en unas furgonetas de 12 plazas que hacen las veces de “taxis colectivos”. Circulan por la ciudad a lo largo de rutas establecidas, pero los viajeros pueden pararlas y bajarse en cualquier punto del recorrido.

El precio de todos los títulos de transporte es de 1,60 Lv (unos 0,80€), a excepción de las Marshrutkas que cuestan más o menos el doble y duran una hora. El precio de 1,60Lv sirve incluso para los buses al aeropuerto o para llegar hasta la Terminal 2 del mismo en metro. Eso sí, si tu billete es de bus, tienes una hora de bus, si es de metro una hora de metro, etc, pero no se puede trasbordar sin comprar otro billete. También hay tarjetas de 10 viajes que cuestan 13 Lv (unos 7,5€) y se compran en un puesto enfrente de la mezquita Banya Bashi y al lado de las fuentes de agua mineral que hay en la calle Ekzarh Yosif.

Fuente: Wikimedia Commons

De todos modos, en Skopje están haciendo un esfuerzo importante por mejorar su transporte público, tanto en rutas como en flota (no hay buses de más de 7 años) y han recurrido incluso a su gratuidad para disminuir la contaminación.

Por su parte, Plovdiv tiene una red de buses que, si bien es moderada, cubre prácticamente toda la ciudad.

Viajar de Sofía a Skopje y de Sofía a Plovdiv

La mejor opción en ambos casos es ir en autobús. Los trenes búlgaros no es que sean una maravilla y, en el caso de la ruta Sofía-Skopje, el cambio de tren se hace en Niš (Serbia), lo que exige el paso de dos fronteras con sus respectivos controles (ni Serbia ni Macedonia están en la Unión Europea ni en el espacio de Schengen y, aunque no haga falta visado, se tarda en cruzar las fronteras).

El “bus” (en realidad, una furgoneta de 12 plazas. Aunque nos costó entre ida y vuelta unos 32€, que para un viaje así no está nada mal) de Sofía a Skopje tarda entre 5 y 6 horas dependiendo de las condiciones climáticas y del tiempo necesario para cruzar el paso fronterizo. A la vuelta, con una nevada inmensa y un problema burocrático porque iba en nuestro bus un ciudadano macedonio que había vivido ilegalmente en Grecia, tardamos casi 7 horas. Además, es común, por lo que nos contaron, que en ese sentido haya problemas porque en Macedonia hay unos problemas de paro enormes y muchos son los que se ven obligados a jugarse el tipo para buscarse una vida mejor en otros países y Bulgaria es su punto de entrada.

El bus de Sofía a Plovdiv tarda unas dos horas y cuesta unos 6€ por viaje. Resulta curioso que según entra en Plovdiv lo hace al lado del centro urbano, a los pies del teatro romano. Nosotros no lo sabíamos y, en lugar de bajarnos en esa primera parada, nos bajamos en la segunda, que corresponde a la estación central, situada en la periferia. Tampoco fue muy problemático porque los buses 7, 20 y 26 paran en la puerta y te dejan en el centro en menos de 5 minutos por 1 Lv (0,50 €). De hecho, también se puede hacer caminando en menos de 15 minutos, pero nos lo pintaron como que estaba tan lejos, que no nos la jugamos y a la ida fuimos en bus pero, a la vuelta, ya con el plano de la ciudad en la cabeza y hecha una idea de las distancias, volvimos andando.

Eso sí, ¡cuidado con la hora del último bus a Sofía! Confiados de nosotros, como el transporte público dura hasta tan tarde, dimos por hecho que podríamos volver sin preocuparnos por coger el billete de vuelta y hasta una hora razonable. Pues bien, el último bus sale a las 20:00h y llegamos a la estación a las 20.15h. Al ir a la taquilla, la mujer más gris que he visto en mi vida nos dijo que el siguiente bus salía a las 6:00h y, sin inmutarse lo más mínimo, siguió a sus cosas. Así pues, decidimos intentarlo en tren, puesto que la estación estaba al lado: tampoco, el siguiente tren salía a las 3:20h y os aseguro que no era una estación en la que apeteciera quedarse hasta esa hora… Así pues, volvimos a la estación de buses y, tras valorar las opciones, decidimos preguntar a la gente que estaba esperando si sabían cómo podíamos ir. Sólo una chica hablaba inglés (al contrario que en Sofía, que lo habla prácticamente todo el mundo). Nuestra única opción, por lo que nos dijo, era ir en taxi y se ofreció a llamarlo y negociar el precio. Resultaron ser 120 Lv. Yo llevaba en la cartera 70 Lv pero, por suerte, me había guardado en la riñonera 50 Lv por si las moscas el último día para ir al aeropuerto. Por supuesto, no se podía pagar con tarjeta ni había cajeros cerca (o no los vimos al llegar). Vamos, que tuvimos la mayor suerte de nuestras vidas y llevábamos el dinero justo.

La chica nos dijo que el taxi era de la compañía 6155 y, ante tanta advertencia sobre los timos en taxis tanto en internet como en los alojamientos, íbamos un poco acojonados. En 5 minutos llegaron 5 taxis de esa compañía y no nos conseguíamos entender con los taxistas, que sólo hablaban en búlgaro. Así pues, volví a entrar en la estación pero, ¡la chica ya no estaba! Así pues, le dije al de seguridad que si podía venir conmigo porque había visto que sabía una chispa de inglés y el pobre me llevó lo primero a la taquilla… jajaja. Total, que cuando conseguí que viniera conmigo a coger el taxi, habló con una taxista que le dijo que nos llevaba por 120 Lv. Sin saber si era o no la misma, nos montamos. Eso sí, nos pidió que le adelantáramos el dinero. Nos tocó fiarnos, pero si nos la hubiera jugado, nos habríamos quedado sin llegar y sin dinero… Menos mal que los búlgaros deben ser bastante de fiar…

La instrucción que dimos fue “Serdika, in the city center” y echamos a andar. La mujer debió hacer el negocio de su vida porque se pasó un rato llamado a todo el mundo por teléfono y diciendo algo que no entendíamos más allá de “espaniska” y “Sofía” mientras se descojonaba viva.

Total, un viaje de los más raros de mi vida, pendiente todo el tiempo de por dónde íbamos y, al entrar a Sofía, veo que la mujer en vez de ir al centro urbano, tira hacia un punto que según mi GPS está a unos 9 Km. ¡Nos estaba llevando a “Serdika Sentar” (me he inventado la transcripción, pero sonaba así), un centro comercial! Ahí además nos quedamos ambos sin batería en el móvil y cuando quería dejarnos allí pedimos que preguntara a la gente por la calle por “Serdika metro” que es como nos dio tiempo de ver que podía guiarse. Primer grupo y le dicen que estamos en “Serdika” y puede dejarnos allí porque hay una estación de metro cerca (o eso interpretamos por las señas y las dos palabras en inglés que hablaban). Ya el segundo grupo, de chavales jóvenes, hablaban inglés perfectamente y les pudimos explicar la situación e indicaron a la taxista para que nos llevara a nuestro destino. Esta vez sí, nos llevó perfectamente y llegamos donde queríamos llegar. Desde luego, una anécdota para contarles a nuestros nietos…

Curiosidades

  • A nivel interurbano, las carreteras búlgaras son infinitamente mejores que las macedonias. De hecho, se nota el paso de la frontera no sólo en que te piden 3 veces el pasaporte y te hacen abrir el equipaje sino también en lo que se mueve el bus: nada en el caso búlgaro, todo lo que os podías imaginar en el caso macedonio.
  • Para cruzar el viario principal hay que ir tanto en Sofía como en Plovdiv por unas galerías subterráneas, muy al estilo de las que ya comenté cuando viajé a Varsovia.

  • En Sofía, para cruzar el viario secundario, sobre todo en las combinaciones de calles con tranvía o trolebús, hay que pulsar en estos postes. Si no, no cruzas.

  • En realidad, el tamaño de las tres ciudades las hace perfectamente caminables. Salvo para ir al Museo del Arte Socialista en Sofía, no hay una necesidad real de utilizar el transporte público. Como curiosidad, decir que lo más interesante del museo son las esculturas que hay en el jardín y esa parte es gratuita, exactamente igual que la mayoría de exposiciones y templos. Entre los templos, sólo hay que pagar para entrar en la sinagoga. Bueno, pagar y pasar un control de seguridad. Cuando vi que había que pagar preferí no hacerlo porque ya he visto otras sinagogas y no suelen tener nada muy especial y se ven en un minuto… Total, que me ofrecieron gentilmente esperar a mi compañera en la calle, a -3ºC…).
  • Se aparca mucho en las aceras. En Skopje, como podéis ver en la foto del bus, de forma informal; en Sofía y Plovdiv, porque hay espacios reservados para ello. Esto ya lo he visto en más sitios, como en Zagreb, pero no deja de sorprenderme.
  • En las proximidades del Museo del Arte Socialista en Sofía hay un tramo de metro sobre la cota del viario. Sin embargo, para evitar el ruido y los problemas de vialidad invernal, va dentro de un falso túnel de plástico de lo más curioso.

  • Posiblemente, si tardáis en ir a Plovdiv, nada de lo que he contado sea exactamente así porque va a ser la Capital Europea de la Cultura en 2019 y le están dando un lavado de cara a toda la ciudad que para qué. Y, además, el ayuntamiento está promoviendo tanto el centro, que se pueden ver los primeros signos de una gentrificación que promete revolver la ciudad. De momento, hay un montón de murales con un estilo típicamente occidental en una parte del centro y ya tienen un par de bares con bicis en la puerta y una tienda de productos bio que nada tienen que ver con el resto del entorno, muchísimo más tradicional y con un marcado toque otomano.

  • Al lado del Parlamento Macedonio, en Skopje, vi una de las soluciones más curiosas que he podido ver para el giro a izquierda para bicis. De momento, no da mucho problema porque apenas se ven bicis (o coincidió, por ser enero), pero como haya muchas en algún momento, vaya fricciones con los peatones. Os dejo la foto y así podéis juzgar vosotros mismos.


Espero que os haya gustado este resumen y os recuerdo que podéis leer todos los posts de viajes aquí.

 

#Churruca15: ¿Caben más turistas en Madrid?

El turismo en España no para de crecer. Además, frente al turismo de sol y playa que nos visitaba hace unos años, ahora tenemos un turismo urbano que dura todo el año y que llega a condicionar el normal funcionamiento de los procesos sociales y económicos de nuestras ciudades, que se están convirtiendo en meros escenarios en los que en realidad no sucede nada que no esté relacionado con el consumo.

Ciudades como Barcelona, Donostia-San Sebastián y, tímidamente, Madrid, se están levantando contra este proceso que se ha dado en llamar “turistificación”. Así las cosas, surgen voces a favor y en contra del turismo de masas, del trasvase de vivienda al sector turístico (que incrementa los precios de los alquileres “normales” muy por encima de lo que los habitantes de las ciudades podemos asumir), de la especialización del comercio hacia los gustos de los turistas y, en definitiva, de todo lo que hace que se pierda la identidad de las ciudades.

Éste es un tema que en Churruca 15 nos interesa y nos hemos planteado algunas preguntas: ¿caben más turistas en nuestras ciudades? (hablaremos de Madrid porque es la ciudad que habitamos, pero seguro que en el curso del debate surge hablar también de otras ciudades). ¿Podemos cambiar algo en el sector del turismo para que sea menos agresivo con las ciudades? ¿Tiene remedio el efecto AirBnB/existen alternativas para un turismo más responsable? ¿Pueden nuestras ciudades ofrecer opciones turísticas que reviertan en una mejora de nuestro territorio?

Para resolver estas preguntas y plantear otras nuevas, el próximo 28 de septiembre a las 19:00h vamos a invitar al tercer Jueves de Churruca (Calle Churruca, 15 bajo exterior derecha) a:

  1. Pedro Bravo: periodista, escritor, investigador en temas urbanos
  2. Casilda Cabrerizo: geógrafa, autora de La ciudad negocio. Actualmente en Intermediae.
  3. Miguel Sanz: Director del Área de Turismo de Madrid Destino

Como el espacio que tenemos es limitado y no queremos que nadie se quede fuera, si vas a venir te agradeceremos que te apuntes ya mismo escribiéndonos un mail a churrucaquince@gmail.com

¡Nos vemos en el próximo Jueves de Churruca!

Recopilación de noticias de agosto de 2014

El último día de cada mes, intentaré enlazar y comentar, de forma muy somera, algunas de las noticias relacionadas con el urbanismo y el transporte que más me hayan llamado la atención el mes anterior. Casi todas ya las habré compartido antes a través de Twitter, Facebook, Google+ o LinkedIn a lo largo del mes. Pero, y esto es importante, no tienen por qué ser de actualidad. Puede resultar que yo me entere más tarde y sean de meses anteriores.

Esta vez le toca el turno a las que he visto en agosto de 2014:

1. Ciudadanos Smart vs #smartcities. Manifiesto traducido de Waag Society

A nadie le extraña ya el término “SmartCity”. Lo que a priori debería ser una nueva forma de gestionar las ciudades, apoyándose en la tecnología, ha producido una fiebre extraña.

Ahora, los gestores de las ciudades no ven problemas a resolver y tratan de buscar cómo resolverlos, sino que quieren implantar sensores de todo tipo en su ciudad para que sea la más “inteligente” y ya verán si son capaces o no de asimilar el tamaño de la información y qué van a hacer con ella.

Por eso, quería compartir este post de Elisabet Roselló [ver enlace] que plantea una reflexión sobre la necesidad de repensar el concepto.

2. Los vecinos del Calderón: ‘No queremos ser Manhattan’

Siempre me ha resultado curioso que en tiempos de crisis enseguida se aluda a lo de “es un pelotazo”, pero cuando las cosas van bien a nadie le moleste que se hagan cosas del mismo estilo. Por poner un ejemplo, y salvando las distancias, no recuerdo que hubiera una gran oposición al proyecto de las Torres de CTBA.

Aunque es cierto que por entonces yo era un jovencillo aún imberbe y puede que la hubiera, pero no he sido capaz  de encontrar nada muy sangrante por internet…

Otra cosa que siempre me llama la atención es que siempre se piense lo primero en cómo afectarán las obras a la posibilidad de aparcar. Y no es un tema baladí, que ya vimos la que se armó en Gamonal

Otro tema ya es lo de que se cambiara la Ley del Suelo y si el desarrollo es necesario. Pero no entro al debate. Simplemente os dejo la noticia de El Mundo [ver enlace].

3. Cómo revivir una ciudad muerta: el caso de Valencia

¿Pueden morir las ciudades? Sabemos que sí. No pocas veces, hemos visitados emplazamientos donde antes hubo asentamientos humanos y ya no.

No hace falta irse muy atrás en el tiempo: un caso 100% actual es Detroit, pero es un tema que queda pendiente para más adelante. Y, por lo visto, tampoco lejos geográficamente: según http://www.yorokobu.es, Valencia es un caso de ciudad que está muriendo. Aunque tratan de rescatarla [ver enlace].

4. La Comunidad ‘legaliza’ la M-501 con un informe ambiental posterior

Nada que añadir, porque como Ingeniero de Caminos me parece un hecho inconcebible… [ver enlace]. Así nos luce el pelo.

5. Ruinas vs decorado [o como el turismo afecta a las ciudades]

Ciudad observatorio siempre ha sido uno de mis blogs favoritos, así que no os extrañe que salga algo por aquí casi todos los meses. Sin embargo, no comulgo absolutamente con todo lo que allí se dice y este post es un ejemplo [ver enlace].

Creo firmemente en la ciudad como ente que evoluciona, pero también me gusta que haya partes de la ciudad que no cambien y conserven la esencia del lugar, aunque por ello parezcan más un escenario que una ciudad. O, ¿no estamos hartos de hacer turismo por ciudades que han perdido tanto su personalidad debido a la globalización que parece que ya las hemos visitado? O, pero, ¿qué no nos digan nada?

Supongo que, como en casi todo, la virtud estará en el punto medio. En dejar que la ciudad cambie gradualmente según sus necesidades, pero aportando carácter a todos los cambios y adaptándolos e integrándolos con la ciudad existente.

6. Demoler autopistas para recuperar ciudades

Que haya autovías dentro de las ciudades a mí personalmente me parece una salvajada. También es cierto, que muchas veces estaban antes que la ciudad, que es la que ha avanzado hasta su posición. Sin embargo, no siempre es así y algunas se construyeron con la popularización del uso del coche.

Y en los últimos años estamos asistiendo a la demolición de algunas de ellas para dar paso a nuevos usos. Eso sí, con obras faraónicas como Madrid Río o las que se presentan en este post [ver enlace].

7. Las mercancías ferroviarias, en pie de guerra

Hablar de mercancías por ferrocarril en España es siempre un tema peliagudo. Aunque, a mí personalmente, me apasiona. Sólo hay que ver de qué estoy haciendo la Tesis… (para quien no vea una relación muy directa, diré que uno de los requisitos para que una plataforma logística se considere puerto seco es que esté conectada directamente con los puertos marítimos mediante ferrocarril).

Eso sí, se transporta realmente muy poco y apenas alcanza el 4% de todas las mercancías que se mueven en el país. Y con la liberalización del sector, las empresas que están entrando compiten entre sí, con Renfe y con una situación desagradable [ver enlace]. Y no opino más porque pueden salir libros enteros de este tema y sólo tocaríamos su superficie.

8. Si el autobús no puede dar la vuelta, ¡que gire la plaza del pueblo!

Los vascos siempre han destacado por ser gente recia. Hasta el punto de que si darle la vuelta a un autobús es complicado, ¡pues giran la plaza del pueblo! Aunque esta vez, no es a pulso [ver enlace].

9. Colorful Street Art on the Train Tracks of Portugal by Artur Bordalo

El arte no está sólo en los museos. Puede estar en cualquier lugar. Y a mí esta propuesta con el arte en las vías del tren, la verdad es que me encanta y hace que despida las noticias de este mes con una sonrisa [ver enlace].

¿Hay alguna noticia que te gustaría compartir este mes? Puedes hacerlo en los comentarios.